Nuestro país afronta una gran adecuación a las normativas internacionales en higiene y seguridad en el trabajo, ya desde 1972, año en el que se promulga la Ley marco en la materia. Si bien poseemos un cúmulo ordenado de normas, siempre mejorables; a sabiendas que su incumplimiento puede ocasionar pérdidas de vida y sanciones económicas, no hemos alcanzado un estado sustentable de aplicación.
Siempre pienso, que naturalmente como argentinos tendemos a “correr la coneja”; con esta expresión me refiero a que no está en nuestra naturaleza anticiparnos a los hechos y acatar las normas que nos rigen en los diferentes ámbitos de la vida. Vivimos con el diario del lunes, “atando todo con alambre”, encuadrando nuestras posiciones a medida que las presiones van en aumento.
La tarea de aquellos que debemos trabajar anticipándonos a los sucesos, es un empleo que lucha contra las convicciones simplistas y despreocupadas de todos. No podemos garantizar un estado pleno de seguridad; centrarnos en esto es fracasar desde el comienzo. Aceptando lo imposible del objetivo, damos el primer paso para enfocar nuestras energías en aquellas acciones que crean conciencia y buenas prácticas en el trabajo.
Considero, que el primer paso, consiste en la aplicación real de las normas que ya han sido dictadas; llevadas a cabo de una manera racional de acuerdo a nuestro entorno y posibilidades económicas. Otro punto a tener en cuenta es la capacitación de nuestros pequeños futuros trabajadores. En todos los ciclos de educación, implantar en cada estudiante el concepto de un trabajo digno y seguro. El mañana verá a cada participante en posiciones dispares pero habiendo instalado el concepto de “trabajo seguro” podemos garantizar, al menos, la inquietud de pensar en lo que no está bien.
Argentina es un país en plena integración socio-cultural, trazar un curso de acción sin tener en cuenta los bagajes previos de vivencias y necesidades de nuestros trabajadores nos presenta ante resultados no satisfactorios. Nuestras políticas, deben tener la claridad para unificar las partes formando un todo.
Por último, la generación de organismos de control que posibiliten el seguimiento sobre el acatamiento normativo de los diferentes actores con capacidad de enseñanza y de sanción en los casos que la requieran.
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